sábado, 31 de enero de 2009

EL HOMBRE EN LA EDAD MEDIA.

Hablar de la Edad Media como un periodo histórico presenta una serie de disputas interesantes desde el punto de vista historiográfico. Me refiero a la propia clarificación de las fechas que le dan comienzo y fin. Tomaré partido por un par de fechas que son indiscutiblemente importantes en lo que a lo histórico se refiere: 476 d.n.e año del final del mandato de Rómulo Augústulo que fue depuesto por Odoacro, rey de los Hérulos; y 1453, fecha de la caída de Constantinopla a manos de las fuerzas Otomanas. En el terreno de la Filosofía podemos asociar con el principio y el fin de la Edad Media a tres pensadores claves. Agustín de Hipona (354-430) vivió en plena crisis del Imperio Romano de Occidente; Tomás de Aquino (1225-1274) representa el epítome del pensamiento Escolástico medieval; Guillermo de Ockam (1288-1349) comienza a escribir el epílogo de la forma de pensar en el medievo.

A menudo nos hemos representado la Edad Media como una época de tinieblas, ayudados de una imaginería creada, sobre todo, a partir de la época Romántica. El referirnos al periodo histórico-cultural posterior precisamente con el término Renacimiento, ya implica realizar un juicio de valor sobre esta época. La Era de los Descubrimientos constituye el renacimiento, la vuelta a la luz de la vida de un periodo anterior de muerte y tinieblas. Sin embargo me gustaría destacar que la época en que Europa vivía su apagón cultural, el mundo occidental conoció muy cerca otra civilización que supo mantener encendidas las luces de la Razón y del esplendor cultural. Me refiero al Islam. La cultura mahometana guardó celosamente aquellos documentos despreciados por occidente gracias a su contacto con Bizancio. Pensadores de la talla de Avicena y Averroes posibilitaron, gracias a su tarea como comentaristas, que la figura de Aristóteles reapareciera en el universo del pensamiento occidental en el siglo XIII.

Pero aunque nos convenzamos de la complejidad que presenta el medievo en lo que a Filosofía se refiere, a los efectos de nuestra asignatura debemos mantener que son las figuras de Agustín de Hipona y de Tomás de Aquino las que presentan mayor interés.
A menudo he explicado en el aula que debemos recordar a ambos personajes con la siguiente regla:
Agustín = platonismo + cristianismo
Tomás = aristotelismo + cristianismo

Estas dos fórmulas no son más que dos reglas mnemotécnicas; si el pensamiento de estos dos autores medievales pudiera simplificarse de esta manera, la Historia de la Filosofía perdería gran parte de su encanto, y, sobre todo, la mayor parte de su rigor. Con todo, me voy a servir de esa regla para explicar la imagen del hombre que se deriva del pensamiento de ambos autores.

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